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Por: Orestes E. Díaz

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“De idilios y desamores”
Las claves de la elección presidencial en Brasil el 5 de Octubre.

Me disculpo con quienes pude dejar varados a la espera de que aclarara “el verdadero problema de fondo de la reelección de Dilma Rousseff”. Abordaré ese asunto hoy, a casi cuarenta y ocho horas del desenlace de la primera vuelta electoral en Brasil, y en el peor escenario para ahondar en mi tesis, cuando parece imposible desestimar los pronósticos de Ibope y Datafolha que registran una sistemática tendencia a la alza de la actual presidenta en funciones y una caída sensible en las preferencias de la candidata Marina Silva.

¿Cuál es el problema de fondo que afecta la reelección de Rousseff?

El escenario de las elecciones presidenciales brasileñas tiene lugar en un mal momento de la economía cuyo crecimiento en 2014 se ha contraído hasta el 0,7 según cálculos oficiales, y 0,33 de acuerdo con mediciones de otras fuentes. El país ha entrado en recesión técnica, lo que significa que la economía lleva dos trimestres consecutivos reculando. Pero si visualizamos la trayectoria del producto interno bruto durante el actual mandato, el panorama que obtendremos es más revelador. Rousseff heredó de Lula en 2010 un crecimiento de 7,5, en 2011 cayó a 2,7 en 2012 a 1,0 (datos del Banco Mundial) y en 2013, si promediamos la medición oficialista con la de los mercados, descenderá hasta 0,51.

En ese mismo lapsus (2010-2013) el PIB de sus principales vecinos se comportó del siguiente modo: Bolivia creció a un ritmo de 5,32, Chile de 5,27, Perú de 6,7, Paraguay de 7,45 y Argentina de 5,4, mientras Brasil promediaba sólo 2,9, por lo que no es aventurado sospechar que la justificación oficialista acerca de un entorno internacional adverso es sobredimensionada. En la base del débil desenvolvimiento carioca existe además una gestión gubernamental ineficiente.

Para que tengamos una idea de lo que significa un crecimiento de 0,51, comparémoslo con México, que lleva años creciendo al 2,0% y la situación de asfixia y estancamiento es cada vez mayor, mientras que el indicador se convirtió en el principal factor de deslegitimación de las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto. Creciendo a un promedio tan bajo, en México creció también el número de pobres.

No tiene nada de extraño entonces, que el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBEGE) reportara en medio de la campaña que en 2013, de acuerdo con el índice Gini, creció la desigualdad social. Los cálculos fueron rectificados inmediatamente, despertando suspicacias justificadas en la oposición.

¿El empeoramiento de la economía brasileña significa que Rousseff perderá a toda costa la reelección?

De 1984 a la fecha, veinticuatro mandatarios latinoamericanos optaron por la reelección y sólo dos no consiguieron el propósito, el nicaragüense Daniel Ortega (1990) y el dominicano Hipólito Mejías (2004). La causa fundamental que lastró los objetivos de ambos fue el estado de la economía. En 1990 el PIB nicaragüense registró un decrecimiento de -0,1, mientras que en 2004, el PIB de República Dominicana registraba 1,3, una leve mejoría con relación al desempeño del decisivo año pre electoral de 2003 donde el indicador se sumergió hasta -0,3. Por consiguiente, la situación económica actual de Brasil no está jugando a favor de la reelección de Rousseff y es con seguridad el verdadero catalizador del movimiento de protestas de 2012 y del “malhumor” generalizado que afecta al gigante sudamericano.

Pero, cuidado, la situación económica es sólo el factor más relevante dentro de un grupo de otras condicionantes con las que suele viajar acompañado. En la derrota de Daniel Ortega en 1990 incidió también la prolongada guerra de desgaste que enfrentaba el sandinismo alentada desde Estados Unidos y el hecho de que la variopinta oposición superara un problema de acción colectiva y enfrentara al sandinismo electoralmente unida en un amplísimo arco multicolor conocido como “UNO”. Por su parte, en la no reelección de Hipólito Mejías, fueron también decisivos la escisión de su partido debido a la reforma constitucional que impulsó el mandatario a favor de un segundo mandato y la presencia, como candidato opositor, de un peso pesado, el ex presidente Leonel Fernández, a la postre triunfador en primera vuelta.

Por tanto, lo que afirmo básicamente es que: 1) La situación económica es clave en la aspiración reeleccionista de un mandatario. 2) Es necesario que esa premisa sea acompañada o destape otros procesos como: a) la fractura en el partido oficialista o b) la unión de la mayor parte de las fuerzas opositoras, para que se trunque la reelección.

Tres semanas atrás, en el momento que Marina Silva, candidata cuyo rasgo esencial es ser disidente del oficialismo, fue proclamada por el Partido Socialista de Brasil dando inicio a un idilio con el electorado, todo indicaba que su imparable ascenso pondría en fuerte tensión los lazos que unen a la coalición de partidos que encabeza Rousseff.

En Brasil los partidos se caracterizan por establecer alianzas pragmáticas con el oficialismo con vistas a obtener cuotas de poder en el gobierno. La enorme coalición que lidera actualmente el partido de los trabajadores la conforman ocho partidos, y eso se ha expresado en el crecimiento exponencial de las carteras ministeriales hasta la cifra astronómica de treinta y nueve.

Bajo el fuerte liderazgo de Lula no es de esperar que el partido de los trabajadores se divida ante un escenario electoral adverso, pero no se puede afirmar lo mismo con respecto a sus aliados que ante una situación de amenaza real a perder el poder, sin duda, reevaluarían alternativas y opciones.

Es decir, en Brasil es necesario estar atento no sólo a la unidad interna del partido gobernante sino, especialmente, a la solidez de su alianza con los partidos con los que cogobierna, pues ese lazo es el verdadero garante de la gobernabilidad en un sistema de partidos de multipartidismo extremo, donde ningún partido por sí solo es capaz de acercarse ni remotamente al control de la mayoría absoluta en las dos cámaras legislativas. Pero sobran razones para deducir que el idilio del votante con Marina Silva al parecer se fue apagando con la misma rapidez que irrumpió, y los integrantes de la alianza gubernamental, no sin cierto susto, ahora se sienten con más posibilidades que nunca de sostenerse en el poder y menos inclinados a salirse de la órbita del partido de los trabajadores.

¿Cómo pudo abortarse el idilio con Marina Silva?

Pueden señalarse varios errores cometidos por la candidata del partido socialista: la exclusión brusca del matrimonio gay de su programa de gobierno, la publicación del propio programa que dio municiones adicionales a sus oponentes que se guardaron de hacer lo mismo y, particularmente, la conducta de negar posiciones asumidas en el pasado reciente cuya falta de veracidad fue comprobada. El descenso tiene que ver también con que la posición de Marina Silva en la elección actual es muy diferente al que tuvo en la elección presidencial de 2010.

En aquel entonces, ninguno de los favoritos (PT o PSDB) prestó atención ni gastó munición en una fuerza política que no amenazaba con desplazarlos. El resultado fue que Silva al frente de la caballería verde pudo crecer sin interferencia hasta los 20 millones de votos en la primera vuelta y cruzar la meta en un meritorio tercer puesto. Hoy la situación es bien distinta. Su irrupción en la campaña puso en peligro el triunfo de la candidata oficialista y relegó a la segunda fuerza en importancia, el partido de la socialdemocracia brasileña (PSDB), a un papel completamente irrelevante. La consecuencia fue que la posición de Marina queda entonces bajo fuego que llega desde dos flancos, por el frente retumban las poderosas descargas de la artillería oficialista y en la retaguardia incursiones sistemáticas provenientes del candidato del PSDB le asestan golpes y le causan bajas. Curiosamente, uno y otro, Rousseff y Neves, acérrimos, tradicionales y encarnizados adversarios, prácticamente no se atacan. Combatir a Marina pasa a ser casi el único objetivo de ambos. La candidatura del partido socialista resiente la doble acometida. Es muy probable que su expectativa rumbo al domingo 5 de Octubre haya variado. No se trata ahora de aproximarse o incluso superar a Dilma, sino simplemente de impedir ser rebasados por las huestes de Aécio Neves y llegar al segundo round. Un asunto de supervivencia.

En la fragilidad del idilio ha incidido también que un candidato para triunfar necesita, como regla, de una buena estructura partidaria o en su defecto la que le puedan ofrecer la coalición de partidos que lo arropa. Esa estructura entraña una reserva de votos duros y la posibilidad de movilizarla a la caza de nuevos votantes o del elector indeciso. De todos los candidatos, Marina Silva lleva en este aspecto la peor parte. Los partidos verdaderamente grandes, PT, PSDB y PMDS arropan a Dilma o a Aéccio. Sobre todo junto a Dilma, cabalga una constelación de partidos grandes, medianos y chicos. En cambio, el socialismo, el principal partido que arropa a Marina, no es su propio partido y además es mediano. El Socialismo tiene el 3,7% de los senadores, el 6.62% de los diputados y el 18,51 de los gobernadores, en tanto, el partido de los trabajadores junto al PMDB el 41,97 de los senadores, el 32,55 de los diputados y el 33,3 de los gobernadores, mientras el partido de Aéccio Neves, PSDB, tiene el 13,58 de los senadores, el 10.33% de los diputados y el 29,62% de los gobernadores.

¿Entonces, finalmente la situación económica no terminará afectando la reelección de Dilma?

La debe afectar del siguiente modo, en la primera vuelta Rousseff deberá registrar una votación total menor que el techo promedio que consiguió su partido en las tres últimas elecciones presidenciales, 2002 (46,4%), 2006 (48,6%) y 2010 (46,91). Ese dato nos dará la información precisa de en qué magnitud la situación económica ha afectado el respaldo al partido de los trabajadores y sus aliados. La mandataria no podrá ser vencida, al menos en esa instancia, porque mientras sus principales adversarios están centrados en superarse uno al otro y se combaten con todas las armas a su alcance, ella ha logrado, quizás gracias a esa situación, atravesar la campaña sin que su coalición electoral sufra fracturas significativas. Ante la segunda vuelta, el escenario es otro y mucho dependerá de en qué medida Aécio Neves o Marina Silva cicatricen las heridas que se infligieron en la primera instancia y el tipo de plataforma inclusiva que logren armar que tendrá como propósito crear un frente antipetista. No será fácil.

Entonces, la pregunta de la primera vuelta no es quién va a ganar. Efectivamente, la interrogante de la primera convocatoria no es quién la va a ganar, sino quién definitivamente logrará colocarse segundo para tener derecho a enfrentar a Dilma en la instancia decisiva, y además, en qué condiciones llega para poder aspirar al triunfo.

¿Y quién va a acompañar a Dilma, Marina Silva o Aécio Neves?

Concentrados totalmente en la puja entre Marina y Dilma, francamente no sabemos si lo que resta del idilio que despertó la candidata ecologista, resulte al menos suficiente para vencer a Aécio Neves. Hace falta, sin dudas, hurgar más profundo para visualizar a quien debe favorecer finalmente la tendencia.

Orestes E. Díaz Rodríguez

Tulum

Octubre 2 de 2014

http://www.orestesenrique.wordpress.com


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